Lo único que aprendemos de la historia es que no aprendemos de la historia (Hegel)

lunes, 18 de julio de 2011

Franco y la conspiración del 18 de julio: la oscura muerte del general Balmes

Una de las características que marcan la carrera del general Franco hasta su ascenso al poder absoluto como Jefe del Estado es la sorprendente cadena de acontecimientos fortuitos que siempre terminaban resultandole favorables, desde su supervivencia en las campañas de Marruecos, hasta la muerte en accidente del general Sanjurjo a las mismas puertas del golpe de estado. Y no son los únicos. Desde mi infancia vengo oyendo que posiblemente el propio Franco tuviera algo que ver con tanto suceso favorable y, durante los años en que he impartido clases sobre el tema, siempre repetía que, en cualquier caso, no tenemos pruebas que permitan concluir nada más allá de una afortunada serie de casualidades.

Pero acaba de aparecer un texto de Angel Viñas, especialista en temas de la guerra civil española, donde se apunta, con un inicio de argumentación más sólida, que al menos una de estas casualidades pudo no serlo tanto: la oportuna muerte por negligencia del general Amado Balmes, al mando de la guarnición de Las Palmas de Gran Canaria, que permitió a Franco escapar de las islas sin despertar sospechas y hacerse cargo del ejército de Marruecos. Se trata de La conspiración del general Franco (Barcelona: Crítica, 2011). Se puede encontrar resumido en La trama. La muerte de Balmes. El secreto que Franco se llevó a la tumba, publicado en La Aventura de la Historia, nº 152 (2011), pp.56-61.

Franco vio facilitado su mando único sobre los sublevados de 1936, a priori, y también a posteriori de la denominada 'Exaltación a la Jefatura del Estado' y su autodesignación como 'Caudillo' de la 'Cruzada' por las desapariciones de figuras señeras de la ultraderecha, como Sanjurjo -el jefe reconocido de muchos militares-, José Antonio Primo de Rivera -el supuesto líder de un estado fascista para los miembros de Falange Española, el grupo que mejor cobertura ideológica estaba prestando al 'Alzamiento'- o el general Mola  -'Director' de la conspiración del 18 de julio-. Hace ya muchos años, el propio Ángel Viñas, mediante documentación alemana, demostró que, aunque Franco había dado luz verde a los intentos de la diplomacia y la marina nazis para liberar a José Antonio, introdujo condiciones que desincentivaron notablemente las posibilidades de lograrlo, negando el pago de un soborno en dinero y presionando para que se apartase a los más decididos partidarios de un golpe de mano.

Como recuerda el autor, otro de los elementos repetidamente manejados por la historiografía, incluso la marcadamente antifranquista, se refiere a la resistencia de Franco a sumarse a la preparación del golpe militar, que habría llegado a desesperar a Mola y a otros conjurados. Aunque no todo el mundo comparta la versión oficial de que Franco sólo se decidió por el acto de fuerza después del asesinato de José Calvo Sotelo, pocos días antes, es cierto que la mayoría insiste en las reticencias de Franco y en el miedo a poner en peligro su carrera embarcándose en una acción con pocas garantías.

Por todo ello, desentrañar el affaire de la muerte del general Balmes podría arrojar mucha luz sobre la actitud de Franco en aquellas jornadas. El futuro 'Generalísimo' había sido destinado a la Capitanía General de Canarias como medida de prudencia del gobierno del Frente Popular dadas su manifiesta significación antiizquierdista y su condición de posible cabeza de una revuelta militar. El nuevo destino había, en efecto, dificultado mucho los contactos entre Franco y el resto de conspiradores, pero, ciertamente, Franco no se mantuvo en absoluto al margen de los planes que se estaban fraguando. Organizó un sistema de comunicaciones con Mola a través del teniente coronel Valentín Galarza, destinado en Madrid, mantuvo contactos con la trama civil del golpe, y exploró concienzudamente el estado de ánimo de los oficiales destinados en Canarias.

A quien no consiguió arrastrar a la sublevación fue a su subordinado el general Amado Balmes, tropiezo importante por dos factores: podía suponer el fracaso de la iniciativa en una parte de las islas, y Franco necesitaba las manos libres para trasladarse después al Protectorado español en Marruecos, y se pensaba realizar este traslado precisamente desde el aeropuerto de Gando, en Gran Canaria, mucho menos vigilado por la policía republicana que Los Rodeos, en Tenerife. Es suficientemente conocida, y no entraremos en ello, la combinación que, a través de diversos prohombres de la derecha civil, se hizo en Londres para enviar un aparato, el Dragon Rapide, hasta Canarias.

Uno de los puntos fuertes del libro se sitúa precisamente aquí, ya que el  piloto del Dragon Rapide siempre esgrimió que su participación fue fortuita, y que había viajado únicamente por deseo de aventura. Que se le contrató para trasladar a "un líder rebelde del Rif español", con lo que mal podía imaginar que se tratase de un alto jefe del Ejército. Estas palabras se contradicen con el hecho de que el capitán Pollard había sido oficial de la Inteligencia Militar británica, y que había servido ya como agente en la lucha contra los nacionalistas irlandeses, y que hablaba español, cosa que no manifestó en aquel momento. El hecho de que los archivos oficiales británicos sobre este tema continúen clasificados casi ochenta años más tarde, no hace sino incrementar las sospechas de que la Gran Bretaña no fue totalmente ajena a estas maniobras,y que el gobierno de Londres pudo favorecer a los conspiradores o estar, al menos, muy bien informado del asunto. Vendría a coincidir con la alarmista actitud del embajador Chilton que, desde Madrid, no cesaba de advertir sobre una situación prácticamente revolucionaria y al borde de la instauración del comunismo.

La solución a todos estos problemas vendría dada por el fortuito accidente sufrido por el general Balmes, muerto al intentar descerrajar una pistola el día 16 de julio. No sólo suponía remover de su puesto al más alto oficial del Ejército contrario al golpe, sino que proporcionaba la excusa perfecta para que el Capitán General del archipiélago abandonase Tenerife y se desplazase hasta Canarias para asistir al funeral. Un extraordinario golpe de suerte.

Ángel Viñas pone demanifiesto diversas contradicciones en la versión oficial aceptada hasta la fecha, según la cual, el general Balmes era un íntimo amigo de Franco -los dos habían combatido en Marruecos- dispuesto a asumir el mando en Canarias cuando se produjesen el Alzamiento y la marcha del Capitán General para hacerse cargo de las tropas del Protectorado. Se dijo que Balmes había acudido a hacer prácticas en el campo de tiro de La Isleta y que, al encasquillarse una de las pistolas, había apoyado la misma contra su vientre para accionar la corredera y liberar la bala. El arma se habría disparado por accidente y el general fue trasladado, gravemente herido por su chófer quien, con las prisas, dejó la pistola en el estribo del automóvil y, como no podía ser de otra manera, ésta había desaparecido.
 
No cabe ser muy mal pensado para sospechar algo oyendo que un profesional de la experiencia del general Balmes tratase de desencasquillar un arma apoyando el cañón contra su cuerpo, máxime cuando no se hizo luego la instrucción correspondiente -debido precisamente al estallido del conflicto-, cuando las versiones ofrecidas a la prensa sobre lo que había hecho el general esa mañana son manifiestamente incorrectas y cuando el propio capitán Pollard afirmó, tras su regreso a Londes, que a Balmes le habían pegado un tiro. Ángel Viñas sospecha incluso de uno de los oficiales que rodeaban al general y que durante la contienda será uno de los oficiales de confianza de Franco para misiones de inteligencia, aunque, sobre este punto, las pruebas no son concluyentes.

Queda pues, casi todo por demostrar definitivamente, pero se trata de una investigación concienzuda que, como mínimo, deja entrever que, sobre la sublevación que llevó a la guerra civil española, no está todo escrito.

2 comentarios:

  1. Está bien el artículo. Yo también creo que mientras no haya pruebas concluyentes es mejor seguir considerando dichos acontecimientos como fortuitos, no obstante la obra que comentas y que será de valor. No obstante quiero decir que Franco no esperó a mediados de julio (cuando fue asesinado Calvo-Sotelo) para entrar en la conspiración y el alzamiento militar. Entre junio y julio ya Mola recibe el plan de Franco para el asunto de Dragon Rapide, lo que quiere decir que estaba decidido. A principios de julio Juan March pone el dinero para la operacion (y para otras) y Franco encarga todos los preparativos para poner a salvo a su familia. No creo que Franco pudiese preparar todo en cuatro o cinco días: desde el asesinato de Calvo-Sotelo hasta el 17-18 de julio. Un saludo.

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  2. Efectivamente, el artículo, y el libro a que hace referencia, defienden que, de modo casi inmediato al triunfo del Frente Popular, Franco se decide por la conspiración. Otra cosa es que negocie con prudencia su participación y que siga una vía propia que no siempre coincide en todo con la del resto de implicados, para desesperación de Mola, por ejemplo. Gracias de nuevo por tus aportaciones.

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