Lo único que aprendemos de la historia es que no aprendemos de la historia (Hegel)

domingo, 27 de mayo de 2012

La Conquista de China.

    Uno de los términos económicos y geopolíticos hoy más populares es el de 'globalización'. Un fenómeno que sólo puede parecer nuevo a los ciudadanos de los estados occidentales que hasta ahora no habían padecido sus consecuencias negativas. Pero la globalización de las actividades humanas comenzó mucho antes. Tanto, que hace ya cuarenta años Immanuel Wallerstein pudo proponer el concepto de 'economía-mundo' para comprender el alcance de los intercambios durante el siglo XVI. La época de los Grandes Descubrimientos y de la Conquista fue también la época de la primera gran interacción continental de la economía. Una interacción que, como casi siempre, no se realizó en el aséptico marco del libre juego de oferta y demanda, sino que fue acompañado de la violencia y la conformación de aparatos de estado que aseguraran una determinada distribución de los beneficios.

    Al hablar de esa época, solemos pensar inmediatamente en la Conquista americana, pero también África y Asia jugaron un importante papel en la aparición de esta primera 'economía-mundo'. Este es el tema de un interesante libro que analiza la documentación conservada sobre las relaciones de la Corona española y la China en la segunda mitad del siglo XVI, escrito por Manuel Ollé. profesor de historia y cultura chinas en la Universidad Pompeu Fabra, La empresa de China. De la Armada Invencible al Galeón de Manila. (Barcelona: Ediciones Acantilado, 2002). El aspecto más fascinante de este libro es comprobar hasta qué punto, tras el derrumbamiento de los imperios inca y azteca, algunos castellanos sobrevaloraban su propia capacidad de adueñarse del mundo que llegaron a plantear, seriamente, a su monarca la conquista del Celeste Imperio con una fuerza de apenas sesenta hombres.


    Es evidente que tal majadería tan sólo podía hacerse desde un profundo desconocimiento de lo que allí podían encontrar. A nadie parecía importar tal ignoracia, y con buenos argumentos, ya que las empresas de Cortés y Pizarro se habían iniciado con un conocimiento todavía menor y no constituyó un obstáculo para alcanzar el triunfo final. La interacción real entre España y China comenzó tras la también espectacular conquista de las islas Filipinas, cuando un par de cientos de españoles, llegados con Legazpi (que se había lanzado a ello sin saber siquiera cómo retornar a las costas mexicanas) lograron hacerse con el control (al menos teórico) de un gran archipiélago con siete mil islas situadas al otro lado del océano más extenso del planeta y en el corazón del Extremo Oriente.
   
    A partir de este enclave, pudieron empezar a tener noticias, nunca muy precisas, de la China imperial de los Ming, aunque restringidas a las provincias costeras del sur, especialmente las de Guangdong y Fujian. Los portugueses ya habían establecido el contacto antes, a través de Macao, en la década de 1560, La muy desarrollada burocracia provincial china trabajaba en colaboración con poderosos grupos de presión mercantiles, y pronto aparecieron líneas divergentes de actuación. Mientras una parte de la misma veía con ojos favorables la obtención de acuerdos estables con los portugueses, los responsables militares, temerosos de las injerencias extranjeras, preconizaban una postura de aislamiento siempre que fuese posible. Los muy influyentes mandarines encargadosde la administración de justicia, menos directamente implicados, solían mantener una posición “más ambigua y posibilista”.

    Tras la expulsión de la dinastía Yuan (los mongoles descendientes de Genjis Jan, más abiertos al contacto exterior), los Ming representaban una reacción nacionalista que regresó al modelo de unas relaciones ritualizadas con los extranjeros. En el siglo XV se habían potenciado los viajes de grandes flotas por el océano Indico, pero siempre en el marco de la sumisión de los prínciples locales y la entrega de tributos reverenciales al Celeste Imperio. Una decisión dinástica, a contrapelo del incremento generalizado de circulación de productos y minorías dirigentes, mercantiles y administrativas, desde Irán hasta Corea, que ha sido precisamente calificada como 'la era del comercio', pero que se explica también porque la apertura del Gran Canal, la espléndida obra de ingeniería que unía el norte y el sur de la China e incrementaba la navegación por sus imponentes ríos, hacía mucho menos necesaria la navegación  marítima para la supervivencia y el comercio interior del imperio; se vieron así mucho más los peligros que las ventajas de los contactos externos. Los vecinos asiáticos tenían un desarrollo económico modesto y no justificaban las grandes inversiones realizadas en una flota de alta mar. En esas condiciones, potenciar los contactos económicos con el extranjero era ponerse en las manos de quienes si dispusieran de tales navíos.

    Las prohibiciones imperiales al comercio no hicieron sino desarrollar la piratería y el contrabando. Estas actividades tenían poco de anárquicas, ya que solían estar dominadas por grandes figuras como Ji Feng, capaces de reunir hasta 1.200 naves en las zonas costeras que controlaban. Precisamente en esta zona de sureste tenía más sentido el desarrollo de una economía marítima, ya que la configuración montañosa del relieve dificultaba enormemente las comunicaciones con el resto del Imperio. Tras el fracaso de los hombres enviados a reprimir estas actividades, en 1567 se relajaron las prohibiciones en la provincia de Fujian, creando una especie de primitiva 'zona especial' que permitía la libre salida de los juncos chinos. "Sin embargo, en todos los casos se mantenía una restricción absoluta al comercio con los japoneses, por lo que ese comercio lo seguían monopolizando desde Macao los portugueses en una provechosa tarea de mediación."

    Esto permitió el desarrollo del enclave español en Manila, donde los comerciantes llegados de México hacían acopio de las mercancías que se encargaban de traer los comerciantes chinos, y luego las reexpedían al continente americano, una vez descubierta por Urdaneta la ruta del 'tornaviaje' a través del Pacífico. Este comercio comportó un flujo migratorio de chinos hacia Manila, que crearon su propio barrio, el Parián de los 'sangleyes'; se convirtieron en un motivo de temor para la escasa población española y en objeto de diferentes abusos y discriminaciones. Los pesos de plata mexicanos se hicieron habituales en el Imperio chino y sustituyeron el uso de la plata sin acuñar.

    El impacto de los conquistadores en la economía filipina había sido, en cambio, más destructivo que constructivo. Los malayos tenían una economía de subsistencia, y ahora habían aparecido dos grupos consumidores y no productores, los españoles y los comerciantes chinos, lo que provocó un grave déficit de arroz y otros alimentos. Los gobernadores también reclutaron guerreros indígenas para sus campañas en el archipiélago o los territorios vecinos, disminuyendo la mano de obra disponible. Los conflictos entre clérigos y encomenderos por controlar a los productores nativos, y la necesidad de asegurar los suministros hicieron aún más apetecible la posibilidad de expandir las conquistas hacia el territorio chino.

    Es bien conocido el temor de la corte de Felipe II a que la nueva vía de comercio abierta en Filipinas supusiera una salida neta e importante de plata americana hacia Asia, y que limitara el desarrollo del tráfico sevillano. Madrid optó por entregar todo el comercio con Asia a mercaderes avecindados en las islas, que sólo podían comunicarse con el resto del Imperio a través de un barco anual que debía obligatoriamente atracar en el puerto mexicano de Acapulco, donde dio origen a una importante feria. Esto limitó  extraordinariamente las posibilidades de la colonia, pero garantizó el enriquecimiento de algunos y el funcionamiento general del sistema. Por las mismas fechas, la unión dinástica con Portugal acentuó las posibilidades expansivas de los castellanos en Manila y, al mismo tiempo, la pugna con los portugueses de Macao para establecer la primacía en la zona.

    En los planes para conquistar China se unían, como tantas veces, la estrategia del imperio, las ambiciones de los pequeños nobles y comerciantes y los planes misionales de los clérigos en el que se consideraba el más extenso y poblado de los reinos conocidos. Dadas las escasas expectativas de negocio en las propias islas, resultaba evidente que eran China donde se hallaba la fuente de su riqueza. Mejor, por tanto, controlar el origen de la misma que seguir aplicando fórmulas comerciales indirectas (grave error de perspectiva que ingleses y holandeses pondrían de manifiesto a lo largo de los siglos XVII y XVIII, cuando obtuvieron altos beneficios de territorios que no dominaban políticamente, como la propia Monarquía Hispana).

    Fue el propio López de Legazpi quien preparó el primer proyecto de expedición a China, ante la insistente demanda de los frailes agustinos que le habían apoyado en la conquista de Filipinas, y que reclamaban la exclusiva de evangelizar tanto este archipiélago como el imperio continental. El rey Felipe II ordenó enviar una expedición informativa al mando del capitán Juan de la Isla, pensando incluso en conseguir otra ruta de 'tornaviaje' más cómoda que la de Urdaneta, ya que se pensaba que China estaba muy próxima a las tierras americanas, a través del mítico estrecho de Anián. Finalmente tal expedición no pudo llevarse a cabo pero, mientras tanto, fue presentado un nuevo proyecto a cargo del escribano real Hernando Riquel quien, pese a considerar que estaba bien preparada para la guerra, con fortificaciones y artillería, “afirmaba que China podía ser conquistada <<con menos de sesenta buenos soldados españoles>>...”.

    Tuvieron un brusco despertar de sus ensueños sobre lo fácil que resultaría esta empresa cuando Manila fue atacada en 1574 por el pirata Li Feng (Limahon para los cronistas hispanos) con miles de hombres. El nuevo gobernador, Guido de Lavezares pudo defender la ciudad hasta la llegada de Juan de Salcedo, sobrino de Legazpi, con las fuerzas que combatían en el interior de Luzón. Inesperadamente, mientras los españoles atacaban la fortaleza establecida por Li Feng en Pangasinán, apareció el responsable de la defensa costera de Fujián, en dos juncos imperiales, lo que permitió el primer contacto oficial. Los españoles solicitaron un enclave en territorio continental o una isla próxima, similar al que disfrutaban los portugueses en Macao. Los chinos intentaban reconvertir a su ordinario sistema ritualizado de relaciones  lo que había sido un contacto excepcional. Desde China, “los europeos eran vistos como una comunidad mercantil más entre las presentes en Asia Oriental, asimilados a pueblos del área en su tratamiento...”. Para ellos constituyó una gran decepción que, cuando devolvieron la visita, los castellanos no correspondieran al despliegue de banquetes y regalos con que fueron acogidos los embajadores hispanos, ya que en Manila no se deseaba que los chinos lo confundieran (como harían seguramente) con un tributo. Los chinos, a su vez se negaron a entregar los regalos que portaban para no poner a su emperador en una situación humillante.

    El siguiente proyecto de conquista, formulado por el propio gobernador Francisco de Sande, estimó que, dada la situación, harían falta más fuerzas, pero se contentaba con entre cuatro y seis mil hombres, que podían reclutarse en los virreinatos de México. Ellos mismos correrían con los gastos de una expedición que se esperaba fuese altamente rentable. Con la conquista de una provincia costera se podría obtener una base suficiente para iniciar luego la de todo el Imperio. Para Sande, la conducta inmoral de los chinos justificaba plenamente esta guerra de agresión, ya que éstos “tomaban hijos ajenos para cometer estupro, que robaban, mataban y reunían todos los vicios y pecados.” En cualquier caso, su experiencia con las embajadas le permite agregar con cinismo que resultaría fácil hacer que los chinos les injuriasen y dieran motivo de conquista. Sande, como buen conquistador del siglo XVI, no sólo se ve capaz de acometer la 'empresa de China', sino que también propone a sus castellanos para sacar a los portugueses de los aprietos en que se hallan frente a los musulmanes de Malaca. Los considera débiles e incapaces de detener el avance del Islam por aquellas tierras, en buena medida porque muchos son mestizos, sin la suficiente 'pureza de sangre' cristiana.

    Como en tantas otras cuestiones, también en Castilla había opiniones contrarias a este sistemático recurso a la violencia. Muy pronto, ya en 1577, publicaba Bernardino de Escalante su Discurso de la navegación, donde  “se sitúa en contra de este tipo de iniciativas bélicas y aboga por emprender una embajada pacífica, a la manera de la que estaba ya en curso de preparación impulsada por los frailes agustinos de Filipinas...”. El Rey Prudente demostró en esta ocasión serlo y ordenó un proyecto de embajada que finalmente no pudo llevarse a cabo ante la oposición del virrey de Nueva España y el gobernador de Filipinas.

    A pesar de que Felipe II tomó en 1580 el título de rey de Portugal, la comunicación entre Manila y Macao siguió prohibida. La Monarquia Hispana había logrado abrazar ambos extremos del globo, pero la naturaleza federal de su estructura política impedía cerrar el circuito militar y económico justo allí donde debía haberse consumado   la unidad. Castellanos y portugueses se mantendrán en la costa de China e Insulindia como feroces rivales. Se intentó incluso que los chinos no conociesen la nueva situación ante la fama de espias y agresores que habían adquirido los españoles debido a los rumores propagados desde Macao. Todo ello cuando ambas colonias apenas contaban con unos cientos de miembros diseminados por la formidable extensión que va desde Malasia a Nagasaki. Hay que añadir además las rivalidades entre las órdenes religiosas e incluso dentro de las propias órdenes, como fue el caso de los jesuítas, divididos en torno a la cuestión de si se podían asimilar los ritos confucionistas dentro del cristianismo, y tendremos una idea del complicado panorama en que debía desenvolverse cualquier iniciativa de los europeos, rodeados cotidianamente por millones de asiáticos, sin que ésto implicara dudas sobre su derecho a dirigir, gobernar y rentabilizar económicamente su presencia en Asia.

    “El desarrollo del viaje a China de Alonso Sánchez [misionero jesuita], realizado entre marzo de 1582 y marzo del 1583, fue crucial en la articulación, durante los años sucesivos de un proyecto detallado de conquista de China que fue asumido por los diferentes estamentos coloniales castellanos de las islas Filipinas (…) En la relación que redactó Alonso Sánchez tras su primer viaje a China se apuntaba de forma explícita la tesis de la imposibilidad de predicar el evangelio en China sin un apoyo militar, argumentaba la legitimidad de esta empresa bélico-religiosa, abogaba por la conquista e hispanización efectiva de China, y exponía las riquezas que se podrían sacar y las facilidades estratégico-logísticas con las cuales la empresa de China se podría llevar a término.” De nuevo, el número de efectivos necesarios había crecido, pero seguían bastando apenas ocho mil hombres y diez o doce galeones.

    Para escapar a la oposición de sus superiores portugueses e italianos, Alonso Sánchez se trasladó a la Corte de Madrid. Las autoridades de Manila reelaboraron el plan, y ahora “se pedía el envío de entre diez y doce mil soldados de cualquiera de los reinos que están bajo la corona de Felipe Ii, aunque se prefería a los vizcaínos”. También se pensó en reclutar en Nagasaki unos seis mil japoneses como auxiliares, dada su secular rivalidad con los Chinos. Como puede verse, el ejemplo de lo sucedido en México cincuenta años antes seguía muy presente en la imaginación de los conquistadores. Los españoles ya habían utilizado mercenarios japoneses contra las poblaciones del norte de Luzón. En 1586, sin embargo, ya se empezó a hablar de veinte mil soldados como imprescindibles para asegurar el buen éxito e la empresa. Se añadieron además recomendaciones para que no se repitieran algunos errores cometidos en América y, en particular, para que los enviados a China no se entregaran al “expolio y destrucción del reino conquistado.” Se pensaba en un modelo de colonización “abiertamente orientado al mestizaje” y mucho más dirigido por la Corona. Incluso se pensaba que, caída la China, sería fácil el dominio y conversión de la India, Cochinchina, Camboya, Siam, Molucas, Borneo y Sumatra. La ambición no parecía tener fronteras.

    El libro dedica muchísima atención a los numerosos documentos que se conservan de esta misión del padre Sánchez y los debates que provocó tanto en la corte de Felipe II como en Filipinas, Macao y dentro de la orden jesuita. El punto álgido de estas deliberaciones coincidió con el clímax de la 'empresa de Inglaterra' y el fracaso de la Armada Invencible. Ésta fue la causa de que se postergara definitivamente el intento de conquistar la China. Visto el contínuo incremento de las fuerzas que deberían implicarse, el fracaso de la mayor flota reunida nunca por los españoles y el alargamiento 'sine die' de la solución en el conflicto de Flandes, Felipe II no consideró oportuno embarcase en un proyecto que demandaba prácticamente un ejército semejante al que había tratado de enviar contra Isabel I. Se ahorró así, sin duda, un segundo gran fracaso, más seguro si tenemos en cuenta que los españoles nunca llegaron realmente a dominar todo el archipiélago filipino, y que encontraron graves dificultades cuando intentaron implantarse más al sur, en Tindoro y Ternate, fuente de las más apreciadas especias. Conforme el circuito comercial de Manila se iba estabilizando, menores ansias hubo de sustituir este emplazamiento por otro enclave en la costa de China y los ambiciosos conquistadores ya no se plantearon ni un desembarco local o una política de presiones sobre el Celeste Imperio, que permaneció incólume pero no ajeno al primer proceso de 'globalización' conocido.

2 comentarios:

  1. si pudieras agregar imagenes anexas al temas para asi visualizar mejor el tema y poder entenderlo mejor. Usar la tecnica del sumillado te recomendaria que usaras ya que asi resumirias mejor tu información ya que parece que solo hubieras copiado y pecado la información, sin mostrar interes en dar lo mejor a tu público observador. Toma en cuenta eso para que tu entrada pueda ser mejor y puedaayudar a tu publico lector.

    ResponderEliminar